El indio que dio por segunda vez libertad a México


En las sierras de Oaxaca los indios vivían una existencia patriarcal. Sus contactos con el mundo de los blancos no eran muchos, pero sí, casi siempre, dolorosos. Parecía que para ellos no existiese patria. En ese medio sufrido, de una raza que soñaba con su antigua grandeza, nació Benito Juárez, el indio que la gratitud de los mexicanos llamaría después el Benemérito. Huyendo de las privaciones que pasaba su gente, escapó a la ciudad. Allí su tesón y su energía, después de aprendido el idioma de los blancos, le abrieron el camino de la universidad. Doctor en leyes, defendió a los humildes, y admirado por el pueblo fue llevado a la gobernación de su provincia natal. México se desangraba en continuas luchas intestinas, y Juárez puso su empeño en lograr la paz. Su acción, su prestigio, después de largos destierros en que hubo de ganarse la vida con los oficios más humildes, hicieron que el pueblo lo llevara a la presidencia de la República. Pero México no había ganado su tranquilidad. Varios monarcas de Europa quisieron hacer de ese país un imperio y eligieron para ello al príncipe austríaco Maximiliano, que vino a México apoyado por fuerzas militares europeas, principalmente francesas. Juárez, empero, no se doblegó, luchó durante años enteros, y por último derrotó a Maximiliano, cuyo fusilamiento puso fin a la intromisión extranjera. Por segunda vez los mexicanos conquistaron su independencia, y junto a la figura resignada de Hidalgo la historia de sus héroes coloca al indio Juárez.