Luchas con los turcos y los tártaros, el comienzo de la grandeza de Rusia


En 1453, Constantinopla cayó en poder de los turcos. La región norte del mar Negro fue ocupada por los vencedores, dando motivo esta circunstancia a prolongadas luchas entre los turcos y los rusos, que ambicionaban poseer puertos al sur de su territorio. Además de esas luchas constantes, los príncipes rusos tenían que defender las extensas fronteras orientales, donde los tártaros realizaban frecuentes incursiones, durante las cuales los prisioneros, amarrados unos a otros con cuerdas, eran llevados al cautiverio a través de las estepas, juntamente con el ganado robado.

En esta época comienza el verdadero engrandecimiento de Rusia, paralelo al crecimiento del poder de los príncipes, entre los cuales se distinguieron especialmente Iván III, el Grande, e Iván IV, el Terrible. Iván III, que expulsó definitivamente a los tártaros, incursionó a su vez por Siberia, y logró conquistar territorios en las márgenes del mar Negro, fue el verdadero iniciador de la expansión rusa. Durante su gobierno perdió la libertad la ciudad de Novgorod, que vino a ser administrada por delegados del gobierno central; Moscú fue reedificada y todos los ramos de la administración pública fueron orientados según nuevas directivas. Iván III casó con la sobrina del emperador Constantino Paleólogo, muerto al ser tomada su capital por los turcos. Al caer Constantinopla fueron muchos los sabios griegos que entraron en Rusia, formando parte del séquito de la princesa, llevando consigo valiosos manuscritos; todos ellos fueron bien recibidos en los monasterios, de día en día más ricos y poderosos.