La laboriosidad de los catalanes convirtió eriales en vergeles


Cataluña es una de las regiones más perfectamente definidas de España; en líneas generales, el trazado del territorio sigue un contorno poligonal, uno de cuyos lados, el septentrional, corre a lo largo del macizo pirenaico; el curso del río Noguera Ribagorzana forma un segundo lado, que limita con Aragón, por el Oeste; la base se apoya en el curso del Cenia, tras cuyas riberas se penetra en territorio de Valencia, y por último, bañan sus costas marítimas las aguas del Mediterráneo.

Gozan los catalanes de un clima templado, excepto en la zona septentrional del país, donde es frío. Las laderas de sus montañas se hallan oscurecidas por macizos boscosos, integrados por especies tales como hayas, pinos, castaños, nogales, encinas, alcornoques, cipreses y otras variedades de árboles que proporcionan maderas de construcción, y corcho.

El suelo de Cataluña se ha tornado feraz por el duro trabajo de sus hijos, que han logrado convertir llanos otrora yermos en campos productivos; cultívase trigo, arroz, legumbres, olivas, cáñamo, lino, vides y frutales.

Barcelona, la capital y el corazón de la región, es una ciudad muy poblada, la segunda en importancia de toda España y el principal de sus puertos; desde las peñas del Tibidabo, que dominan la ciudad, puede contemplarse un panorama magnífico: alamedas, plazas y jardines; calles, avenidas y paseos, entretejen arabescos multicolores, en medio de los cuales se alza la aguja del monumento erigido en memoria del Gran Almirante don Cristóbal Colón, cuya estatua remata la atrevida columna.

Destácase asimismo la catedral, donde la piedad cristiana elevó un magnífico sepulcro a santa Eulalia; la iglesia de Santa María del Mar, y la extraña elegancia del templo expiatorio de la Sagrada Familia, obra inacabada del discutido arquitecto Gaudí. El paseo de Gracia es la principal vía de la que Cervantes llamara “Ciudad Única”.

Otra plaza destacada dentro del territorio catalán, es Tarragona; ya en edad remota, cuando los barcos fenicios cumplían su función de “carreteros del mar”, Tarragona era un mercado importante, que prosperó aún más en época de la dominación romana; de entonces data un acueducto cuyos arcos desafían al tiempo.

Pocos turistas abandonan a Cataluña sin visitar el Monasterio de Montserrat, en cuyo ámbito existe un santuario erigido en el siglo ix: Ignacio de Loyola depositó en él su espada, cuando marchó a fundar la Compañía de Jesús; pero el punto que más toca a los devotos españoles, respecto del solar de Montserrat, es que allí se adora la imagen de la patrona de Cataluña, la Virgen Morena.