El cebo tentador que los bravos polacos no tomaron


Los sueños de los poetas se transformaron en realidad más pronto de lo que nadie podía suponer. Polonia volvió a recuperar su libertad, pero antes de que esto sucediese tuvo que sufrir la prueba más dura de cuantas había soportado.

En los comienzos de la primera Guerra Mundial, Alemania y Austria, por un lado, y Rusia, por otro, le hicieron las más grandes promesas si ella les prestaba ayuda. Todos le prometieron libertad e independencia. Pero los polacos desconfiaron de tanta bondad. Sin embargo, fueron obligados a luchar, unos al lado de los alemanes y los austriacos, y otros al lado de los rusos. Tuvieron, pues, que pelear hermanos contra hermanos. Pero sucesivamente todos los regimientos polacos rehusaron continuar la lucha; arrojaron sus armas y escaparon. Después de la revolución bolchevique, pasaron a Francia, Italia o Servia a fin de engrosar las filas del bando rival.

Mientras tanto, alemanes, rusos y austriacos peleaban en suelo polaco, incendiando las ciudades y villas, y destruyéndolo todo. En 1918, después de cuatro años de guerra, el país era un montón de ruinas. Miles de personas tuvieron que llevar una vida miserable. No tenían donde refugiarse y escasamente qué comer; y aun así, prefirieron permanecer en su pobre suelo antes que incorporarse a Rusia o a Austria. Había lugares donde la gente vivía en cuevas, y las epidemias más terribles se esparcieron por todo el país, elevando considerablemente el índice de mortalidad.