Los noruegos creían que el trueno era el ruido del paso de su dios


Creían los escandinavos que el arco iris era el puente por el cual los dioses iban en carroza a su morada, Asgard; y para ellos el ruido del trueno era el producido por el fortísimo Thor al pasar con su carro o al golpear con su enorme martillo. Creían que el gran Odín recibía a cuantos sucumbían en los combates y los llevaba a gozar de un perpetuo festín en el Valhalla. La guerra era su ocupación predilecta; y los jefes de las tribus guerreaban unos con otros por la posesión de pequeños territorios, que poco a poco convirtiéronse, unidos, en reinos. Por fin, en el siglo viii, los moradores de los fiordos y algunos de sus vecinos de Dinamarca y Suecia desplegaron repentina actividad; pues como si estuvieran fatigados de luchar entre sí y ansiasen más vasto campo para sus aventuras, se unieron y se lanzaron como un huracán contra las tierras que estaban entonces más civilizadas y ya convertidas al cristianismo, las costas del mar del Norte y del Mediterráneo.

En aquel tiempo era tal el temor que inspiraron estos normandos, que en todas partes se hizo costumbre rogar a Dios pidiéndole: “Del furor de los normandos líbranos, Señor”; y con razón, porque dondequiera que desembarcaban los vikingos, incendiaban los pueblos, mataban o esclavizaban a los habitantes, lo saqueaban todo, y se llevaban el botín adquirido.