A pesar del clima inhóspito, arabia es un país ricamente dotado por la naturaleza


Aunque la agricultura no es la principal de sus fuentes de riqueza, los moradores de Arabia cultivan trigo, cebada, mijo y dátiles, y, en Arabia meridional, café y tabaco. Los recursos técnicos son aún primitivos, tanto para la siembra cuanto para la recolección, y lo mismo puede afirmarse respecto de la cría de animales en cuya actividad destácase la de criadores de ovejas, cabras, camellos, asnos y caballos. El camello, por su gran resistencia a la fatiga y a la falta de agua, es el animal de transporte, de carga y de silla más económico y apropiado para el desierto, a tal punto que se lo ha llamado el barco del desierto.

Pero el reino que más concurre a nutrir la economía del moderno mundo árabe, es el mineral; las reservas petrolíferas de Arabia son enormes, y juntamente con las de Irak e Irán hacen que esas tierras, que antiguamente florecieran en exquisitas civilizaciones, atraigan nuevamente la atención universal. Los depósitos más ricos se hallan en las islas Bahreim, en la costa pérsica central, y en El-Damnar. El desierto árabe, considerado desde tiempos remotísimos como una de las zonas más estériles del mundo, se ha convertido, por el descubrimiento del petróleo en el subsuelo, en una verdadera tierra del futuro; asombra contemplar, solitarias en medio de una inmensidad de arena, las erguidas estructuras de las torretas de perforación, que aparentan desde lejos inmóviles palmeras gigantes, negadas por la Naturaleza.

La presencia de loa campamentos permanentes de explotación petrolera, muchos de los cuales se han unido por vías férreas a los centros de depósito o a las refinerías, determina contrastes singulares, pues enfréntanse medios y formas de vida ancestrales con los más modernos; no es nada raro ver una ultramoderna locomotora diesel detenida para dar paso a una caravana de camellos, o un helicóptero volando a baja altura sobre un pozo artesiano, construido con los mismos materiales y operado por un muchachito árabe en la misma forma que lo hicieron sus más lejanos antepasados.

Extensas tuberías cruzan el desierto árabe en dirección al Noroeste: es el oleoducto que desde el golfo de Akaba lleva el precioso combustible hasta las costas del Mediterráneo oriental; la construcción de esta importante obra de ingeniería demandó esfuerzos considerables, por la naturaleza del terreno que atraviesa; pero los recursos técnicos de nuestros días la hicieron, finalmente, posible.