Los bellos palacios de los nobles de Alemania


Cuando estalló en Europa la guerra siguiente, llamada de Sucesión, por disputarse en ella el trono de España, el príncipe Eugenio y el duque de Marlborough mandaron las tropas aliadas de Holanda, Inglaterra y Portugal, que apoyaban a los electores de Hannover y Brandeiburgo. Aquellos dos grandes generales derrotaron a los franceses, que a su vez deseaban el trono de España para un príncipe francés; en Alemania, en los Países Bajos y en Italia fueron célebres, entre otras, las batallas de Blenheim, Ramillies, Oudenarde y Malplaquet.

Un viajero belga que recorrió a Alemania, ha dicho, hablando de los tiempos que siguieron a las guerras contra Francia, que ningún príncipe era bien considerado si no tenía su Louvre o su Versalles;' indicando con esto que había entonces una verdadera fiebre por imitar a Francia en las construcciones, y de todos los modos posibles. Porque Luis XIV convirtió un desierto arenoso en el admirable Versalles, un noble edificó una aldea en la cima de una montaña pelada, otro hizo construir un palacio en el fondo de una selva, y otro levantó una gran fortaleza donde no se tenía que defender nada. Había cerca de doscientos estados independientes por aquel tiempo, y a muchos de ellos nada se les importaba el bien, del país. Los labradores en Alemania, lo mismo que en Francia, eran estrujados para sacarles el dinero con que se sostenían el esplendor y lujo de las cortes y los palacios.