El epílogo de la lucha por la reconquista: caída del reino moro de Granada


Devuelta por completo la tranquilidad al país con el sometimiento de la nobleza y la extirpación del bandolerismo; reorganizadas la justicia y la hacienda; fuertemente defendida la fe católica, el momento de acabar con el último reducto de la dominación musulmana, el reino moro de Granada, había llegado.

La empresa, por la estratégica posición de la capital granadina, se presentaba erizada de dificultades; los comienzos de la guerra (1482) ocasionaron serios reveses a las tropas castellanas, comandadas por el rey Fernando. Empero, lograron rehacerse al año siguiente, y obtuvieron una brillante victoria a orillas del río Lopera, y otra al recobrar la Zahara.

El año de 1434 fue excepcionalmente afortunado para los castellanos: sucesivamente fueron cayendo en manos cristianas las plazas de Alora, Ronda, Loja, Málaga y Baza, de suerte que día a día reducíase el territorio señoreado por el rey moro Boabdil, quien predicó la guerra santa en un último esfuerzo por detener a las huestes españolas. Con todo, la posición de los muslimes era aún muy fuerte, de modo que no podía pensarse en atacar la capital musulmana; don Fernando dispuso entonces una guerra de tierra arrasada, destruyendo todo sembradío y fuente de alimentación, y retiróse a Córdoba con su ejército a esperar el momento oportuno para atacar. Conforme se había previsto, el hambre comenzó a hacer estragos entre la población granadina, y Boabdil decidió negociar la rendición, que finalmente prodújose el 2 de enero de 1492, día glorioso para España.

La unidad territorial de la península quedó así sellada. Gran número de familias musulmanas emigraron al África septentrional, y otras permanecieron en España, convirtiéndose paulatinamente sus miembros al catolicismo. Empero, era creencia general que continuaban con sus prácticas religiosas; los Reyes Católicos interpretaron que la unidad católica corría peligro con la numerosa cantidad de moros y judíos que se mezclaban con la población cristiana, y expidieron un edicto que ordenaba a todos los judíos no bautizados salir de España en el término de cuatro meses. Se acepta, en general, que más de 800.000 judíos abandonaron la península, así como también que el edicto obedeció en gran parte a la exigencia popular, que los reyes no quisieron desoír.

Otro acontecimiento dio lustre imperecedero al reinado de Fernando e Isabel: el haber prohijado la empresa transatlántica concebida por el gran navegante Cristóbal Colón, que daría a la humanidad un nuevo mundo, y a España, un imperio “donde jamás se ponía el Sol”.