Leningrado: heroísmo ruso y tenacidad alemana

El ataque alemán contra Rusia se realizó en todas direcciones. Mientras unos ejércitos avanzaban sobre Ucrania y el Cáucaso, otros atacaron a Moscú y la región de Leningrado, en los límites con Finlandia. Las antiguas provincias bálticas pronto fueron ocupadas por los germanos, y cuando Finlandia se unió al Eje en su lucha contra los Soviets, Leningrado, antigua capital de los zares con el nombre de Petrogrado, quedó en inminente peligro -prácticamente cercada-, y pronto su única comunicación con el resto del país fue un ramal de ferrocarril, siempre atacado por la aviación y, por último, también cortado. Así, una población de 4 millones de habitantes se vio completamente sitiada, y sólo esporádicamente recibió refuerzos traídos sobre las aguas heladas del lago Ladoga. Todos los habitantes, hombres, mujeres y niños, se movilizaron, y este sitio, que duró casi hasta el fin de la guerra, puso a prueba el heroísmo de los rusos y la tenacidad del invasor. Leningrado era una ciudad llave, esto es, cerraba el paso a un avance hacia el interior del país que, de haberse producido, habría podido quebrar toda resistencia. Esta ciudad fue llamada la ciudad mártir, y cuando por último se rompió el cerco, sus habitantes estaban en un estado de extenuación inconcebible. Habían soportado fríos de muchos grados bajo cero sin calefacción, sin alimentos, sin ropas, y todo bajo el constante bombardeo de la aviación y la artillería. La resistencia de esta población fue un símbolo para los rusos: conservarla por ser ciudad llave y no entregarla por llevar el nombre de Lenin, el jefe de la revolución bolchevique.