La invasión germana a Dinamarca y Noruega

A principios de la primavera de 1940, es decir a fines de marzo, en Europa se presagiaban grandes acontecimientos en el curso de la guerra. Los alemanes realizaban un gran tráfico de hierro con Noruega y Suecia a través de las aguas territoriales noruegas. Los aliados decidieron cortar esa fuente de abastecimiento bélico, y la primera acción fue el abordaje del barco alemán Altmar por el destructor inglés Cossak, del cual se rescataron centenares de prisioneros. Días después los británicos comenzaron a colocar minas en las aguas noruegas. Este acto inamistoso para con Noruega pronto se justificó, pues se supo que los germanos estaban preparando planes de invasión contra ese pequeño país escandinavo. El 9 de abril el mundo supo a qué atenerse con respecto a estos movimientos un tanto inexplicables: Noruega y Dinamarca eran invadidas.

Los noruegos, con un pequeño ejército mal armado y una fuerte quinta columna de ciudadanos ambiciosos de poderío aun a costa de su propia patria, no pudieron resistir. Sus puertos fueron ocupados sin sufrir bombardeos. Los británicos, que carecían en ese momento de planes sistemáticos, enviaron su flota y su aviación para retener el puerto de Narvik, que pensaban convertir en base para el desembarco de tropas expedicionarias que ayudaran a los noruegos, pero debieron ceder ante el empuje alemán, que se aseguró así, con Noruega, una buena posición para atacar por aire a Inglaterra.

En la madrugada del mismo día que atacaron a Noruega, los alemanes invadieron a Dinamarca. Sus puertos fueron asaltados por naves alemanas y sus fronteras cruzadas por divisiones acorazadas. Antes de mediodía toda Dinamarca estuvo ocupada, y sin poder presentar lucha; el rey Cristian X accedió al control germano.