Formación de gobiernos "fuertes". El ascenso de los dictadores

El 11 de noviembre de 1918 cesó el fuego en todos los frentes de la contienda anterior. Los tratados que siguieron a la suspensión de las hostilidades despertaron la ilusión de que la guerra había terminado para siempre. ¡La humanidad estaba ahíta de tanto horror y sangre! Sin embargo, bastó que pasaran sólo algunos años y nuevamente los países comenzaron a preparar sus ejércitos. ¿Acaso nadie había escarmentado? Sí, todos; pero las consecuencias de los tratados de paz y los afanes de dominio de algunos gobernantes hicieron olvidar pronto esos cuatro años de lucha.

El tratado de paz de Versalles, por el cual se fijaron condiciones a los países vencidos en la guerra, no tardó en ser ineficaz para poner fin al descontento de algunos pueblos y a las ambiciones de otros. La consecuencia inmediata de la guerra fue una enorme crisis: la mayoría de los países vieron afectadas sus industrias, disminuida su influencia unos, aumentada otros, y todo ello, sumado al descontento de las masas populares, que se creyeron traicionadas, pues esperaban mejores condiciones de vida, creó un estado de cosas propicio para implantar regímenes dictatoriales.

Italia fue el primer país que inauguró la serie de los gobiernos fuertes. Si bien vencedores en la guerra, los italianos no recibieron por el tratado de Versalles las compensaciones que esperaban. La victoria tampoco trajo bienestar al pueblo de la Península, que vio en sus antiguos aliados más afortunados los causantes de las desgracias que lo afligían. De este modo, en 1922, cuatro años después de cesar la lucha, un hombre se adueñó del poder. Hubo un movimiento revolucionario hecho por Benito Mussolini y su partido Fascista, que organizó una marcha sobre Roma, pues hacia esa capital se encaminaron triunfantes las columnas de descontentos. Mussolini recibió el cargo de primer ministro, y desde ese momento dominó en Italia.

En Alemania, país vencido, los movimientos populares fueron todavía mayores. Destronado el emperador Guillermo II, fue proclamada la que se llamó República de Weimar, y se formó un gobierno de tendencias socialistas. Después de muchas vicisitudes y fracasos, un hombre hasta entonces desconocido en el escenario de la política mundial y aun alemana, Adolfo Hitler, fue nombrado canciller en 1933. Apoyado por el partido Nacionalsocialista, Hitler inauguró un gobierno muy similar al impuesto por Mussolini en Italia.

En otros países ocurrieron movimientos más o menos idénticos, y Hungría tuvo el tercero de los gobiernos totalitarios. ¿Qué significa gobiernos totalitarios? Simplemente, «que todas las garantías del individuo, tanto sus derechos ciudadanos como individuales y familiares, quedan a merced de la voluntad del Estado.

De este modo, en los países totalitarios se pudo exigir de la población un continuo esfuerzo para aumentar el poderío bélico. Menos mantequilla y más cañones, fue el lema común.