Los progresos de la colonización francesa al norte de San Lorenzo


Mientras los ingleses tomaban posesión de los territorios de la América Septentrional, desde el Maine a la Florida, los franceses construían fuertes y ciudades en la región de los Grandes Lagos, al norte del río San Lorenzo y en la península de Nueva Escocia, que llamaron Acadia, al par de lo cual exploraban el curso del Misisipí desde sus fuentes hasta el delta que forma en el golfo de México y enviaban misioneros para la conversión de los indios al catolicismo.
Pronto pudo verse el distinto carácter que ofrecían la colonización inglesa y la francesa. Los colonos de esta nación solían ser simples negociantes enviados por las compañías explotadoras, que sólo se proponían obtener ganancias, sin importarles lo demás; y de ahí que no tuvieran otra idea que enriquecerse y regresar a su patria. Por lo general se dedicaban a la caza para el negocio de las pieles, y, a falta de mujeres de su país, se casaban con indias, con lo cual ganaban la simpatía de los naturales, irritados por el desprecio que les manifestaban los ingleses.

En cambio, los colonos procedentes de Gran Bretaña se trasladaban a América para establecerse allí definitivamente; construían viviendas, cultivaban la tierra, dedicábanse a diferentes industrias, como la salazón de pescados, se regían por leyes y costumbres propias y podían casarse con mujeres de su país, desde el momento en que arribaban allí en crecido número.

Mucho contribuía a las buenas relaciones existentes entre franceses e indios, excepto los de "las Cinco Naciones", la obra de los misioneros jesuitas, de los cuales, el padre Marquette, así como La Salle, había explorado el valle del Misisipí, cuya posesión reclamó Francia.

Esto hizo que, desde 1690 en adelante, no cesasen casi las guerras entre las dos monarquías; la primera de aquéllas fue provocada en tiempo del rey Guillermo III de Inglaterra. Unidos indios y franceses incendiaron la ciudad de Schenectady, en el actual estado de Nueva York, y pasaron a cuchillo a sus moradores, mientras los ingleses se apoderaban de Port-Royal, en la Acadia. Hechas las paces, restituyéronse mutuamente los dos países los territorios ocupados.

Rompiéronse de nuevo las hostilidades en 1702, ciñendo la corona de Inglaterra la reina Ana. Unidos de nuevo indios y franceses entraron a sangre y fuego en varias ciudades de la colonia de Massachusetts. En 1710 volvían los ingleses a apoderarse de Port-Royal, cuyo nombre cambiaron por el de Annapolis. Tres años después terminaba la guerra, y Francia perdió toda la Acadia o Nueva Escocia y los territorios situados alrededor del mar de Hudson.

Treinta años transcurrieron en relativa paz, cuando la guerra entre Francia y Gran Bretaña, iniciada en Europa, prendió también en América a causa de las colonias limítrofes que cada una de ellas poseía.

Quedábanle aún a Francia importantes territorios, como la isla de Cabo Bretón, muy codiciada por los ingleses, y Canadá. Organizóse rápidamente en Nueva Inglaterra un ejército de 4.000 colonos apoyado por algunas naves de la metrópoli, marcharon ambas fuerzas contra la plaza de Louisbourg, capital de dicha isla, y la obligaron a capitular. Por fortuna, hechas las paces en 1748, en virtud del tratado de Aquisgrán, volvió a poder de Francia la posesión de que se había apoderado su rival.