Las primeras reclamaciones de las colonias americanas


Deseoso el gobierno inglés de resarcirse de los gastos ocasionados por la guerra de América, presentó a las Cámaras (1765) un proyecto de ley, por la que se hacía obligatorio en las colonias el uso del papel sellado en las escrituras, que fue aprobado incontinenti. Profundísima fue la indignación que tal medida ocasionó; acordóse no hacer uso de ninguna manufactura inglesa y fundóse en Boston, con el título de Amigos de la libertad, una asociación para acudir en defensa de cuantos se viesen perseguidos por el incumplimiento de la ley del papel sellado (Stamp law). Crecía por momentos la agitación; voceábase por las calles de Nueva York el decreto con el título de La locura de Inglaterra y ruina de América; obstinábanse los curiales en rechazar el papel sellado, y, reunidas las Asambleas de Virginia y Massachusetts, declararon que ninguna ley podía ser obligatoria sin haber sido previamente aprobada por las respectivas legislaturas coloniales.

Un congreso general convocado en Nueva York acordó enviar a Inglaterra una diputación en demanda de la abolición de la odiada ley, a lo cual acabó accediendo el primer ministro Pitt; pero, en vez de agradecerlo, interpretó la concesión como una muestra de flaqueza. Aumentaron las exigencias de las colonias; extremóse el boycott de las manufacturas y mercancías inglesas, incluso el té, y fue acentuándose cada día más la agitación contra la metrópoli.

Creyendo el gobierno del Reino Unido que podría restablecer por la fuerza la turbada tranquilidad, envió tropas a Boston para reprimir la rebeldía (1768), y como las autoridades se negasen a facilitarles alojamiento, fue militarmente ocupada la ciudad, al mismo tiempo que se contestaban en amenazadores términos las reclamaciones de Nueva York, Delaware, Virginia y Maryland.

Con eso se fue haciendo más estrecha la liga entre las colonias para negarse al recibo de las mercaderías inglesas, hasta el punto de romperse las relaciones comerciales con Georgia y Rhode Island, que en un principio se habían abstenido de asociarse al movimiento; usaban los periódicos el más violento lenguaje, y alarmado el gobierno por el cariz que tomaba la agitación, creyó mitigar algún tanto el descontento mediante la abolición de los derechos de entrada sobre el papel, el vidrio y las tinturas, conservando únicamente el arbitrio sobre el té; pero ni aun así pudo conseguir la pacificación de los ánimos.