Primeras acciones bélicas en el frente occidental


El primer choque de armas, de importancia, fue entre los ejércitos de Francia y Alemania. El Estado Mayor alemán había trazado un plan, según el cual se debía destruir el poderío francés en seis semanas, para volver luego todas sus fuerzas contra Rusia. La declaración de guerra y las seguridades de una victoria dadas por el kaiser habían entusiasmado al pueblo germano, que veía llegada la hora de aplastar para siempre a Francia y de destruir el Imperio Británico.

En Francia, la declaración de guerra produjo estupor y temores, pues conocían muy bien el poderío germano. Pero el pueblo francés, con una reacción que nadie esperaba, se aprontó para la terrible lucha. El primer combate de la guerra tuvo lugar en territorio belga. El 3 de agosto los alemanes atacaron la fortaleza de Lie-ja; sus tropas, inflamadas de entusiasmo por la rápida victoria que se les había prometido, llevaron a cabo arrolladores asaltos. Los belgas movilizaron todos sus hombres, y entonces se vio a un pequeño pueblo que, dirigido por su heroico rey, Alberto I, se aprestó al sacrificio en defensa del más legítimo de sus derechos: la libertad. Heroicamente los belgas resistieron las primeras embestidas del enemigo mientras aguardaban la ayuda de sus aliados, Francia y Gran Bretaña. La decisión era luchar hasta perecer, pero muy poco pudo el amor de los belgas por la libertad frente al alud de cañones, ametralladoras y soldados que sobre Lieja despeñó Alemania. Después de cuatro días de lucha cayó Lieja, y, libre el camino para los invasores, éstos se desparramaron por todas las comarcas del pequeño estado. El 20 del mismo mes de agosto, las tropas del kaiser ocuparon a Bruselas, la capital belga; ese mismo día, duplicado su poderío, las tropas germanas se lanzaron sobre Namur, y rechazaron en la zona minera de Charlcroi a las tropas francesas que iban en apoyo de los belgas.

El avance de las tropas del kaiser parecía incontenible; en todo el mundo se hablaba de su invencibilidad, y todos los pueblos, aun los neutrales, temían por su independencia. Desde Napoleón, Europa no había visto una serie de tan aplastantes y rápidas victorias. Francia se jugaba en Bélgica su existencia, y en Charleroi quiso parar el avance enemigo. Allí actuaron las tropas inglesas llegadas al continente, y, bajo el mando del generalísimo francés Joffre, los ejércitos aliados se enfrentaron con los comandados por el mariscal alemán Moltke. La batalla duró cuatro días, del 20 al 24 de agosto; todos los ejércitos combatieron con feroz energía, pero al anochecer del día 24 los aliados tuvieron que darse por vencidos y replegarse rápidamente hacia el Sur. El Brabante, la región del Sambre y del Mosa quedaron en manos de Alemania, y, abiertas las puertas de la invasión sobre Francia, comenzó el rápido avance de las huestes imperiales hacia París.