Un muchacho destinado a modificar ls ritos y las costumbres de los árabes


Un muchacho árabe nacido en La Meca era el destinado a modificar los ritos religiosos. A fines del siglo iv acompañaba a las caravanas que iban a Egipto, Palestina y el golfo Pérsico, y, viajando con cristianos y judíos, adquirió la convicción de que la idolatría era una cosa absurda y de que sus compatriotas acabarían por ser conquistados si no se resolvían a vivir en paz entre sí y ser fieles al culto del verdadero Dios. Después de meditar el asunto durante muchos años, decidióse a predicar e inculcar estas ideas a su tribu, pero los más se rebelaron contra él y maquinaron su muerte, por lo que se vio obligado a abandonar La Meca. Esta persecución enardeció a los árabes, y miles de ellos, abandonando los ídolos de piedra, siguieron al innovador y le ayudaron a castigar a los incrédulos vecinos, por la gloria de Alá. Mahoma (Mahomed ben A'bd-Allah-Al Qorayscha), que no otro era el muchacho a quien nos hemos referido, comprendió entonces con toda claridad la trascendencia de su obra, aun antes de haber convertido a Arabia en un instrumento de guerra religiosa; cuando todavía no era más que un oscuro profeta, desdeñado y derrotado en varios combates, se dirigió a los gobernantes de las naciones circunvecinas previniéndoles que tenía el proyecto de sojuzgarlos a todos y de obligarlos a abrazar la religión de Alá.

Y, en efecto, allá por el año 630, el emperador de Bizancio, el rey de los persas, el negus de Abisinia y el gobierno de Egipto, recibieron una carta cada uno, de un árabe casi desconocido y aparentemente loco, quien, pretextando haber tenido una nueva revelación, les intimaba el deber en que estaban de seguirlo y reconocerlo como profeta de Alá, si no querían ver sus reinos conquistados y convertidos a la verdad por la fuerza de la espada. ¿Quién iba a creer que aquel visionario, a quien las mismas gentes de su país se negaban a dar oídos, pudiera causar daño alguno a las grandes potencias de aquel tiempo?