Aparición de piratas en las costas británicas. Roma abandona para siempre la Britania


Pero al declinar el poder del Imperio Romano, los pictos y escotos tornáronse más audaces cada vez, al mismo tiempo que, la costa sudeste de Inglaterra se veía asaltada de piratas que, año tras año, venían de allende el mar a desembarcar donde más les convenía y sembraban la alarma y el terror con sus depredaciones y violencias. Y por si esto fuese poco, en otras muchas partes del gran imperio los pueblos oprimidos pugnaban por sacudir el yugo romano, y fieras tribus bárbaras cruzaban ya las lejanas fronteras y enderezaban sus pasos hacia la propia capital del pueblo rey. La única idea salvadora que podían poner en práctica los romanos era abandonar las provincias más distantes y llamar a los soldados para que los ayudasen a defender el corazón de su ya caduco imperio.

Así se hizo; en su virtud, los ejércitos romanos, en Britania, fueron llamados por el gobierno imperial, y los britanos quedaron abandonados a sus propias fuerzas.

Los bravios pictos y escotos no tardaron en asaltar la indefensa muralla, invadieron el país de los britanos y quemaron lo que no pudieron llevarse consigo a sus montañas; a todo esto, los piratas, que habían ido enseñoreándose de las costas, eran cada vez más fuertes y numerosos; quemaron villas y aldeas, devastaron los campos y redujeron a Londres, que había llegado a ser ya una ciudad importante, a perecer por hambre, cortándole todo medio de comunicación y abastecimiento. De nuevo los britanos se vieron obligados a huir a las montañas del Oeste, y los que así no lo hicieron convirtiéronse en esclavos de los recién venidos.