Un país donde los peces están más alto que los pájaros


Hoy el mar está tranquilo y lame mansamente la parte exterior de los diques; mañana la azotará con sus ondas furiosas. Los barcos, costeando el dique, se asoman a ver la carretera, las casas y los árboles.

Mas, por la parte interior, el dique desciende hasta los verdes prados, de suerte que desde lo alto vemos allá abajo las chimeneas y los tejados de las casas, y los árboles poblados de nidos; es decir, que los peces, por la parte externa de la muralla, están más alto que la gente, y hasta que los pájaros.

Estos diques solidísimos están construidos con piedra y cemento, y hacen frente a las furias del mar; pero es preciso no descuidar la constante vigilancia que requieren, para evitar que se produzcan filtraciones (las cuales serian en extremo peligrosas), y para conservar las esclusas y compuertas en perfecto estado de funcionamiento.

Hay también otras altas y fuertes murallas alrededor de los lagos y sobre las orillas de los ríos, los cuales se hinchan en impetuosa corriente cuando las nieves de los apartados Alpes se liquidan; y, por todas partes, se ven canales y zanjas para regular el nivel, a fin de que éste permanezca siempre más bajo que el del terreno circundante. En algunos lugares las bombas no descansan jamás, movidas por molinos de viento, cuyas grandes aspas dan al país su especial fisonomía. El holandés ha encargado a su cruel enemigo, el viento, la ejecución de la mayor parte de su trabajo personal. No sólo la tarea de secar el terreno, sino también el moler los granos y aserrar las maderas son trabajos del molino de viento. Muchos de los lagos holandeses han sido formados desecando pantanos; empresa de enorme costo y dificultad. Cuando se va en tren de La Haya a Haarlem se ve uno de los más grandes pólderes, o lagunas desecadas convertido en un valle de verdes prados y campos fertilísimos.