Los Países Bajos son en verdad tierras de llanuras


Todo el territorio que constituye el actual reino de Holanda es sumamente llano, según ya hemos dicho. Desde lo más alto de una de las bellas y antiguas torres de sus catedrales, puede contemplarse el magnífico panorama que se extiende en torno, por muchísimos kilómetros, antes de quedar recortado por la lejana línea del horizonte. Es una vista maravillosa, casi deslumbradora, cuando el sol brilla, y el agua reverbera por todos lados, y las banderolas y gallos de bruñido bronce chispean sobre los campanarios, y los relucientes rieles del ferrocarril tienden por las llanuras sus cintas de plata. También las velas de las barcas, a lo largo de los canales, despliegan su nítida blancura sobre el verdor de los prados. Pero lo que verdaderamente causa un efecto fantástico es ver esas velas cruzar entre los árboles, tanto más cuanto que los bordes de los canales son más altos que los campos colindantes. Una luz suave se esparce por doquiera, esfumándose en esos delicados tonos que los pintores holandeses saben reproducir con tanta perfección en sus encantadores cuadros.

Holanda ofrece en invierno un aspecto totalmente distinto. En vez del verde brillante, un albor níveo se extiende por todas partes; las argentadas superficies de los canales helados se muestran pobladas de patinadores de toda condición: médicos que van a visitar a sus enfermos, niños que se encaminan a la escuela, obreros que acuden al trabajo. Los holandeses son admirables patinadores.

Los Países Bajos ocupan un lugar preeminente en la historia del arte, por la excelencia de sus pintores. La escuela flamenca -que comprendía artistas tanto holandeses como belgas- ha producido obras maestras que enriquecen las mejores colecciones de cuadros. Los nombres de Rembrandt, Rubens, Franz Hals, Van Dick, son por demás conocidos. Las galerías y museos de las ciudades holandesas y belgas están llenas de valiosísimos lienzos de estos pintores, que han reproducido en cuadros históricos, en retratos, en escenas domésticas, la historia y la vida de su país, con una fidelidad y riqueza de pormenores verdaderamente asombrosas.

Dejemos ahora, por un momento, a Holanda moderna, tan activa y poblada, y echemos una ojeada a su historia y a las luchas que hubo de sostener por la propia independencia, luchas que vigorizaron de tal suerte las fibras de su patriotismo, que hicieron a este país, durante siglos y en muchas cosas, maestro de otras naciones.