Imperios sumidos en el polvo hace muchos siglos


Es indecible la afición, que por entonces se despertó en el mundo, de escudriñar las reliquias de antiguas civilizaciones, para lo cual, una vez desenterrados, se coleccionaban y estudiaban los tesoros que la madre tierra había guardado tanto tiempo sepultados en su seno.

Tras no pocas demoras y peligros, y no sin llevar a cabo ímprobos trabajos y vencer dificultades enormes, los exploradores franceses e ingleses demostraron que en los montículos yacían, desde muchos siglos ha, los restos de la vida de la antigüedad, en el valle de los dos famosos ríos, cuyos recuerdos por tanto tiempo se habían considerado perdidos.

Las sucesivas excavaciones, no sólo en los montículos de la Mesopotamia sino en los países circundantes, desentierran, por decirlo así, capítulo tras capítulo la interesante historia; y lo que más admira es que estos recuerdos hayan estado ocultos y olvidados por más de 2.000 años.

Los restos de los montículos difieren mucho de los de las tumbas egipcias. No hay momias ni objetos de uso personal semejantes a los que en Egipto nos hicieron conocer tan de cerca la vida de los antiguos habitantes, ni pinturas de vivos colores, ni papiros ilustrados. A primera vista, los grandes monstruos de piedra gris con cabeza humana, los maderos tallados con relieves algo confusos, los cilindros de arcilla y los ladrillos cubiertos de inscripciones, y los pequeños sellos cilíndricos pueden parecer cosas burdas y poco interesantes si se los compara con los utensilios y objetos egipcios.