Desaparece el culto al emperador y Japón se democratiza


Perdidas todas sus conquistas, deshechos sus ejércitos y armada, Japón fue ocupado por las tropas estadounidenses al mando del general Mac Arthur. La primera medida de los aliados fue destruir el militarismo japonés, y para ello, desterraron el mito que rodeaba al Emperador. El pueblo comprendió que éste no era un enviado de los dioses, reconoció en él un hombre como cualquier otro, y aceptó alborozado las primeras elecciones libres que se vieron en Japón. Así eligieron sus representantes; el emperador Hirohito acató la voluntad de las urnas y reconoció a los diputados electos.

La nueva constitución japonesa, promulgada el 3 de mayo de 1947, sustituye a la de 1889, y su más importante variación es el reconocimiento que hace el Emperador de que su soberanía no es de origen divino, sino popular. El emperador es símbolo del Estado y de la unidad de su pueblo.

La paz con los aliados firmóse el 8 de setiembre de 1951 en San Francisco, y a poco los antiguos adversarios, Japón y Estados Unidos, firmaban un tratado de seguridad mutua.

En el transcurso del siguiente año, 1952, Japón recobró el pleno ejercicio de su soberanía.