La plebe lucha para obtener derechos en el gobierno de la patria común


Las riquezas desmesuradas, el ansia de lujo, la cultura refinada y las necesidades siempre crecientes de los patricios aumentaron las distancias entre éstos y los plebeyos; a esto vino a sumarse otro mal: el extraordinario número de esclavos que más de una vez puso en peligro la seguridad del Estado con sus levantamientos, y causó indirectamente la ruina del pequeño agricultor, porque los grandes propietarios de tierras, en vez de emplear en sus campos a labradores libres, los hacían cultivar por millares de esclavos, reduciendo así a la miseria a innumerables aldeanos. Como si esto no fuese suficiente, a ello se sumaba el descontento de los que no habían obtenido la ciudadanía romana. Era imposible que tal estado de cosas continuara, y no faltaron quienes buscaran remedio a los males que afligían a la nación. Entre ellos, destácanse los hermanos Tiberio y Cayo Graco, que propusieron la participación del pueblo en la explotación de los campos (ager públicus) y la concesión de la ciudadanía romana a todos los italianos; pero Tiberio Graco fue asesinado por instigación de los patricios del Senado, que no veían con buenos ojos tan democrática innovación, y Cayo debió ordenar a un joven esclavo griego que le quitara la vida para evitar correr la suerte de su hermano.

Los reyes de Pérgamo y Cirene legaron a Roma sus Estados. Años después, estallaba la guerra contra Yugurta, rey de Numidia; Roma entonces envió al norte africano sus legiones, bajo el hábil mando de Cayo Mario, quien allí echó las bases de su prestigio. Mario contuvo después las invasiones de los germanos en Provenza y Lombardía, de modo que su influjo creció enormemente, y se convirtió en el jefe del partido popular.

Entretanto, las aspiraciones de los habitantes de la península itálica a la ciudadanía romana no habían sido satisfechas por el Senado. Esto llevó a los pueblos a sublevarse contra Roma y a fundar una ciudad que aspiró a suplantar a ésta como urbe capital; dicha ciudad llamóse Italia y se estableció a orillas del Adriático. Mario y Sila fueron encargados de dominar la rebelión. Lo consiguieron, pero el Senado comprendió que el mundo romano peligraría si no contaba con la unidad interna, y en el año 90 a. de J. C. concedióse la ciudadanía a los demás pueblos de la península.