Los habitantes de África: los grandes grupos étnicos y sus formas de vida. Sudaneses y bantúes


Más de doscientos treinta millones de hombres pueblan los treinta millones de kilómetros cuadrados que constituyen el suelo africano; de ellos, la inmensa mayoría sor. negros.

Dos grandes grupos étnicos, el de los sudaneses y el de los bantúes, se disputaron el predominio; los primeros ocupan la región comprendida entre los ríos Senegal, Níger y Nilo, y los segundos se han distribuido en todo el sector meridional y central, desde el Atlántico al índico, salvo el extremo sudoccidental.

Entre los sudaneses se cuenta a los nubios -cuyos antepasados figuraron en la historia del antiguo Egipto-, de talla gigantesca; los banmanas, los malinkes y los mandes, todos ellos con notables semejanzas físicas y similares creencias, ritmos y ritos religiosos. Visten generalmente una larga túnica blanca que envuelve todo su cuerpo, salvo cuando laboran la tierra, trabajo que desempeñan desnudos.

Entre los bantúes, el pueblo de mayor preponderancia y trascendencia es el de los zulúes. De todos los representantes de la raza negra, es el que posee mayor belleza física. Sus individuos son altos, robustos, esbeltos, de vigorosos y bien proporcionados miembros, limpios y bien dispuestos para el trato con los extranjeros; sólo se les podría achacar cierta repulsa al trabajo, entendido al modo occidental. En cambio, ¡con cuánto ardor y energías se entregan a sus ocupaciones favoritas, la caza y la danza! Su folklore es muy antiguo; al atardecer, sus canciones, entonadas a coro, se dejan oír desde muy lejos, y el golpear de sus tambores resuena en varios kilómetros a la redonda. Las danzas, casi predominantemente reservadas a los hombres, conservan un carácter específicamente guerrero.

A diferencia de otras tribus africanas, los zulúes han permanecido casi inmunes a las civilización europea. Sus poblaciones, llamadas kraal, conservan todo el típico encanto de lo primitivo: al atardecer, es bello ver regresar, azuzando delante de sí a los hatos de ganado que guarecerán durante la noche tras el vallado, a los adolescentes pastores zulúes, cuyos cuerpos desnudos aparecen como estatuas de bronce, doradas por el sol, que parece despedir al día con una lluvia de fuego.

A comienzos del siglo xix los zulúes intentaron fundar un imperio; eran regidos entonces por el poderoso y sabio rey Chaka, a quien muchos historiadores han llamado Napoleón de África. Los poderosos soldados de Chaka vencieron a todas las tribus vecinas, de modo que se hicieron señores de toda la región sudoriental del continente, y por el Norte llegaron hasta las mismas fuentes del Nilo. Pero, a poco de fallecer Chaka, el imperio zulú fue perdiendo sus conquistas, hasta que el fusil de los blancos, empuñado por los colonos holandeses, llamados bócres, y luego por los ingleses, convirtió en remoto pasado la grandeza de los sueños de Chaka. La tierra zulú fue incorporada a la corona británica, no sin que durante casi todo el transcurso del pasado siglo se produjeran sangrientas rebeliones del noble y vigoroso pueblo, que intentaba recuperar su perdida libertad.

En la isla de Madagascar habita un tipo físico totalmente distinto: son los malgaches, de notable semejanza a los hombres de la Polinesia, de donde parecen proceder. Viven aún, como casi todos los naturales de África, en plena idolatría y fetichismo.

Los etíopes, por su parte, pertenecen a la rama camitica de la raza blanca: ello es bien perceptible en la delicadeza del óvalo facial, la nariz y los labios; empero, la influencia del suelo y del clima ha tostado su piel y encrespado su cabello, que es como el de los negros.

Tampoco son de raza negra los habitantes del África del Norte, Egipto inclusive. En su mayor parte son semíticos; árabes y egipcios puros, descendientes de los camitas históricos, pueblan a Egipto. Estos últimos son muy raros, pero aún se ven jóvenes que recuerdan, por la pureza de líneas de sus rostros, a las estatuas sonrientes de Amón, tal como nos las ha conservado el cofre mágico de las arenas.

Más de 500 lenguas y dialectos han sido registrados en África por los lingüistas; muchos han podido comprobar también la gran imaginación poética de que están dotados los hombres de la raza negra; sus leyendas y sus canciones son una manifestación comprobatoria de este aserto, no sólo considerando al negro africano, sino a sus descendientes en Estados Unidos de América, Brasil y países del Caribe, quienes influyeron profundamente en la música popular de nuestros tiempos.