El palacio real de Benin, sede y morada del oba, un fastuoso laberinto


Dominaba la ciudad, por su magnificencia y complicada estructura, el palacio real, edificado algo separado del conjunto urbano y sobre una elevación del terreno. Lo componían varios extensos recintos abiertos, como enormes patios, rodeados por galerías y murallas. La entrada solemne estaba coronada por una gran serpiente de bronce, y después de recorrer varios recintos y corredores, se llegaba al más recóndito e inaccesible sector del laberíntico palacio: las habitaciones del Oba y de su harén. Templetes y altares surgían por doquier, erectos para el culto a los reales antepasados; tallados en piezas enteras de marfil, constituyen obras de arte extrañas y magníficas. Los hay también de bronce, rematados por artísticas cabezas de factura exquisita y perfecta. Distintas partes arquitectónicas, como vigas y pilares, estaban también cubiertas de planchas con alto relieves y piezas sueltas de bronce artísticamente trabajado, en los que se reproducían en fantásticas estilizaciones las gestas de los héroes mágicos y de los reyes antecesores.

Los gastos que un gobierno tan centralizado y complejo demandaba, determinaba la imposición de fuertes cargas y tributos a los súbditos del Oba, y requería un estado de guerra casi constante con las tribus aledañas, a las que los benin diezmaban en sus cacerías de esclavos. Los guerreros de Benin, según nos dicen las estatuas de bronce y los altos relieves descritos más arriba, iban armados de lanza, espada y escudo.

El reino Benin comenzó a declinar a fines del siglo xvi; la misma capital del país fue entonces objeto de saqueos por parte de tribus enemigas y por efectos de guerras civiles que se encendieron en el seno del reino.

Empero, el reino conservó sus instituciones y su cultura sin cambios esenciales hasta el momento de su caída, catástrofe que sobrevino en 1897 por obra de una expedición punitiva inglesa. Entonces el reino Benin dejó de existir como Estado independiente. Sesenta y tres años después los descendientes de pueblo de los Obas serían otra vez soberanos, formando parte de la federación de Nigeria.