El caballero Pelimor reía al rey Arturo


Era el rey Arturo tan animoso y decidido que muy a menudo erraba solo y disfrazado de caballero andante por campos y bosques en busca de aventuras, cual solían hacerlo los otros caballeros, desfacedores de entuertos y reparadores de agravios. Acaecióle cierto día que, al cruzar un bosque, topó con un malvado caballero, llamado Pelimor, quien, por el mero gusto de trabar pelea, habíase puesto en guardia en medio del camino, y no permitía avanzar a nadie. Al acercarse el rey, lo desafió, y éste, ocultando su elevada condición, aceptó el reto. Embistiéronse los dos caballeros con tal furia, que ambos vinieron a tierra. Era Pelimor el hombre más forzudo de aquellos tiempos, y en la contienda hizo pedazos el escudo y la espada del rey; mas éste se abalanzó sobre él, lo asió por el talle y lo postró en tierra. Pelimor no se desasió del rey, y sin duda habría corrido peligro la vida de éste, si Merlín no hubiera acudido en su ayuda, sumiendo a Pelimor en un profundo sueño. Cuando se despertó y supo con quién había peleado, concibió gran temor, mas su contendiente lo perdonó e hizo caballero de la Tabla Redonda. Renunció Pelimor a su mala vida y combatió solamente por la gloria de Cristo y por el honor del rey.

Alejóse, después, el rey con Merlín, y habiendo llegado a un profundo lago, en medio del bosque, acercáronse a su orilla y, mirando dentro del agua, vieron que del centro del lago salía un gigantesco brazo, cuya mano empuñaba una espada. Mandó el encantador al rey que saltase en una barca y se apoderase de la misteriosa arma. Hízolo así el monarca y en breve volvió trayéndola en su poder.

Tomóla Merlín y la llamó Excalibur, pero advirtió a Arturo que aquella espada era la más poderosa de la tierra, y le mostró las palabras "Guárdame y arrójame lejos" grabadas en uno y otro lado del puño. Aconsejóle después que la guardase cuidadosamente, pues no estaba muy lejos el día en que tendría que servirse de ella.

Fue esta espada, en manos del rey Arturo, el arma más poderosa de aquel tiempo; y su fama ha llegado hasta nosotros. Nadie podía resistir sus golpes, y así la celebridad del rey se hacía mayor cada día. Sin embargo, nunca desenvainó ni esgrimió su Excalibur en defensa de ninguna causa infame, ya que la divisa de la nueva orden era luchar por nobles fines.

Eran sus caballeros a manera de apóstoles que difundieran la gloria de su rey y de la caballería andante por todos los ámbitos del país, dejando en pos de sí la fama de su valor y pureza de vida. Tales eran los caballeros de la Tabla Redonda, y tal fue su fundador y maestre, el grande y magnánimo rey Arturo.