El juicio y el razonamiento, pilares de la inteligencia


Hemos analizado hasta el presente una vertiente de la gran montaña de la inteligencia. Contemplemos ahora otras laderas. Para ello fijémonos en otros dos procesos que se cumplen para dar al hombre la inteligencia: el juicio y el razonamiento. Ambos son tan importantes que incluso aquellos que no se ocuparon nunca de sus fenómenos mentales, saben distinguirlos, y así es común escuchar que éste “carece de juicio” o que aquél no “razona”. ¿Qué son el juicio y el razonamiento?

La tarea del juicio consiste en reunir las ideas o separarlas, formando así grupos. Aseméjase a la labor del bibliotecario que separa primero los volúmenes según la materia de que traten: medicina, física, química, etc.; después clasifica éstos según las diversas ramas de cada materia: anatomía, higiene, etc., para la medicina; electromagnetismo, acústica, atomística, etc., para la física; química inorgánica, orgánica, industrial, para la química, etc. Con esto no termina la labor del bibliotecario: dentro de estas subdivisiones establece otras según la fecha en que fueron publicados los trabajos y el idioma en que están escritos. Del mismo modo, el juicio separa, une, clasifica las ideas del hombre y las deja prontas para ser aplicadas a nuevos objetos del conocimiento.

Esta segunda tarea la cumple el razonamiento. Él es el gran conductor que nos permite avanzar en la vida. Por él reunimos a los juicios en apretadas síntesis, comparándolos, separándolos, uniéndolos. Si los hombres no razonaran, todo el archivo de los juicios quedaría en papeletas, sin que se organizara en un todo coherente y armónico. Las ciencias y las artes, como saber organizado, como disciplinas mentales, serían imposibles.

Si comparamos un ignorante y un sabio, encontramos precisamente que la gran diferencia entre ellos radica en que razonan de muy distintas maneras. El ignorante sólo dispone de unos pocos juicios adquiridos por la experiencia de la vida, y el sabio a estos conocimientos, propios de todos los hombres, agrega aquellos que adquirió en el estudio; en el ignorante, falto de razonamiento, flotan los juicios, dispersos los unos de los otros; en el sabio se juntan razonadamente formando conjuntos armoniosos.

En el juicio comparamos las ideas entre sí y nos pronunciamos acerca de su identidad o su discordancia. En el razonamiento son los juicios los que entran en comparación, y de ella inferimos las consecuencias, avanzando por estos pasos hacia un saber nuevo, original, virgen. Esta facultad de formar ideas, emitir juicios y razonar es propia del hombre y ella nos distingue de los animales; pueden ellos asociar imágenes sensitivas y reaccionar en conformidad con estas asociaciones y su instinto; pero como no piensan, no razonan y no pueden inventar, no son capaces de progreso.