Nuestro cuerpo es una máquina viviente regida por numerosas fuerzas


No debemos, pues, olvidar que, aunque nuestro cuerpo sea una máquina, es, no obstante, una máquina viviente regida por numerosas fuerzas, antes denominadas vitales, y que hoy consideramos de orden, físico y químico. Apenas nos es dable concebir maravilla mayor que la circulación de la sangre con el poder de adaptación o de graduarse en todo momento, según sean las necesidades del cuerpo. Los ejemplos que de este hecho hemos citado son ya de por sí bastante demostrativos; sin embargo, vamos ahora a citar otro más hermoso aún.

Cuando pensamos, el cerebro necesita más sangre. Supongamos, pues, que un hombre se tienda o acueste en una tabla que pueda balancearse alrededor de un eje; e imaginémonos que nuestro individuo se tienda de tal manera, que la tabla mencionada quede en situación de equilibrio, de modo que no se incline ni a un lado ni a otro. En estas condiciones hagamos verificar al referido individuo mentalmente una suma algún tanto difícil. No bien empieza el cálculo, la tabla sobre la que está tendido empieza a inclinarse del lado de la cabeza. La razón del fenómeno es que la sangre afluye en mayor cantidad, inclinando con su peso aquella parte de la tabla de experimentación.