En varias partes de nuestro cuerpo puede tomarse el pulso


Por pulso entiéndese comúnmente el latido de la arteria que atraviesa la muñeca, la arteria radial; pero como el corazón manda la sangre a todas las arterias del organismo, se deduce de ahí que existen otros varios puntos del cuerpo donde puede percibirse el pulso. Si nos ponemos con cuidado la mano en el cuello, como si nos fuésemos a estrangular, podremos percibir a ambos lados del mismo una pulsación debida a las grandes arterias que ascienden hasta el cerebro. Si nos aplicamos también las yemas de los dedos encima de la mejilla, exactamente delante de la oreja, encima de un reborde óseo que corresponde al pómulo, allí percibiremos también otro pulso, procedente de una arteria que deriva de la gran arteria del cuello y que lleva la sangre a una parte de la piel que recubre el cráneo; pero la mayor parte de la sangre que conducen las arterias del cuello va destinada al interior de la cavidad craneana para nutrir el cerebro.

Finalmente, podemos hallar en nosotros otro pulso, en el que todos hemos reparado, aunque sin acertar seguramente a explicarnos su significado. Cruzando las piernas y observando el pie que ha quedado al lado opuesto al que le corresponde, veremos que oscila ligeramente adelante y atrás; y si al mismo tiempo nos buscamos el pulso en la muñeca, veremos que el número de pulsaciones coincide con el de las oscilaciones del pie; pero que éstas se verifican un poco después que los latidos del pulso. Pues bien, la mencionada oscilación del pie es producida por la gran arteria que recorre la parte posterior de la rodilla, a cierta profundidad para su protección y por la que pasa la totalidad de la sangre que nutre la pierna. Dicha arteria queda comprimida en el acto de cruzar una pierna sobre la otra; y con esta compresión la masa de sangre que circula por el mencionado vaso impele a la totalidad de la pierna, originando el leve movimiento oscilatorio a que nos hemos referido. Si al salir de un baño caliente, observamos la parte anterior de nuestro cuerpo situada cerca y debajo del pecho, muchas veces podremos ver el pulso mayor del cuerpo, consistente en una especie de elevación rítmica, causada por la gran arteria, la arteria aorta, la mayor de nuestro organismo. Esta arteria, partiendo del corazón, baja a lo largo de la columna vertebral por delante de la misma; entre sus ramas se encuentra la arteria de que arriba hemos hablado, la que hace oscilar la pierna cruzada sobre la otra. Todos estos hechos han sido observados desde la más remota antigüedad; pero se había siempre creído, aunque nos cueste trabajo comprender cómo haya podido admitirse una explicación tan absurda, que la sangre iba hacia delante y hacia atrás a cada lado del corazón; no se tenía idea alguna de la circulación.

Hemos hablado de algunas de las grandes arterias existentes en el cuerpo y de los pulsos que producen; vamos ahora a referirnos a las venas. Éstas son también tubos como las arterias, pero mucho más delgados y no hay en esto inconveniente alguno, porque la presión sanguínea, en su interior, nunca es tan alta como en las arterias. Muchas venas se hallan en la superficie del cuerpo inmediatamente debajo de la piel, de modo que pueden verse. Como hemos dicho ya, la sangre circula en las venas volviendo al corazón. Las venas no pulsan ordinariamente, porque antes que la sangre haya llegado hasta ellas, ha tenido que atravesar los delgados tubos capilares, que ponen en comunicación las arterias con las venas; en ellos el impulso cardíaco se agota, de modo que la corriente sanguínea en las venas es continua, sin las ondulaciones de la pulsación, contrariamente a lo que acabamos de ver al estudiar la forma en que se manifiesta el pulso de las grandes arterias.