Cómo hemos echado a perder el apetiro por el hábito


El principio de este trastorno es que nosotros no confiamos en el apetito natural y lo hemos destruido. Por eso guisamos los alimentos y, si bien hay muchas razones para obrar así, esto significa, seguramente, que en lugar de confiar en el sabor natural de los alimentos, que es una cosa por la cual juzga el apetito, ponemos en ella toda clase de sabores no naturales; mostaza, pimienta, vinagre y salsas artificiales, todas las cuales contribuyen a extraviar y engañar el apetito y a excitarnos a comer más de lo conveniente de cosas buenas, y a tomar cosas que el apetito natural no desea en manera alguna.

Tal vez tengamos razón cuando nos inclinamos a no confiar en nuestros apetitos, pero nosotros somos los que los hemos hecho merecedores de desconfianza. Creemos que el deber de toda persona sensible es mantener su apetito todo lo natural que le sea posible, y tratar con cuidadoso esmero el apetito de los niños, a fin de que pueda permanecer digno de confianza, como lo es al principio en todos los niños sanos que han sido debidamente alimentados. Nuestros sentidos no están para engañarnos, sino para guiarnos. ¿Cómo nos atrevemos a pensar que nuestros cuerpos están tan desacertadamente hechos, que todo cuanto nos digan sea engañoso? La razón por la cual padecemos no se debe a que obedezcamos a nuestros sentidos, sino al contrario, porque los desobedecemos y los engañamos.