El sueño es un poderoso protector natural del cerebro


En los seres vivos existen órganos que nunca descansan: el corazón y los pulmones funcionan sin interrupción desde el momento de nuestro nacimiento hasta el de nuestra muerte. Para ellos no existe el cansancio porque continuamente sus tejidos se renuevan. Todos hemos observado cómo se regenera una uña después que ha sufrido un accidente; lo mismo pasa con todos los órganos del cuerpo menos con el cerebro y los nervios.

El tejido nervioso es el mismo desde el nacimiento hasta la muerte, y además sufre un continuo desgaste que lo vuelve gradualmente más débil con los años.

La naturaleza es previsora. El corazón no descansa, mas recupera sus tejidos; el sistema nervioso no los recupera, pero descansa. De esta manera se evita su pronto aniquilamiento. El sueño es el encargado de velar por la integridad de las células nerviosas. Corta todo contacto con el mundo exterior, cierra las ventanas de la mente, los sentidos, y deja así que el cerebro y los nervios reposen.

Durante mucho tiempo se creyó que el sueño era como el descanso después de un ejercicio muy violento, que servía para reponer las fuerzas gastadas. Sin embargo, el descubrimiento que hicieron los fisiólogos de que las células nerviosas no se recuperan nunca, invalidó esta hipótesis. ¿Cómo reponer las fuerzas, la integridad de órganos que, sufrido un desgaste, no lo reparan? El sueño no podía, pues, ser una función de recuperación, y entonces se llegó a la conclusión de que servía para prevenir contra la excesiva fatiga. Todas las noches dormimos sin que nuestro cerebro esté fatigadísimo, y ello tiene por finalidad, ayudar a reparar al resto del organismo y evitar que las células cerebrales realmente se fatiguen.