Manifestaciones del amor de la prole en los seres irracionales


Si estudiamos este instinto, que es el más noble de todos los que se observan en los animales, vemos que donde se nos manifiesta más pujante es entre los simios. En cierta ocasión observóse en un jardín zoológico a una mona de mediano tamaño, que había rodeado con uno de sus brazos a su hijo cuando nació y no lo soltó, para nada, ni despierta ni dormida, en varios meses.

No es posible dudar de que este instinto va inseparablemente unido a la emoción del amor maternal. Lo vemos entre los gatos que alegran nuestros hogares, y a veces se observa también en las aves. Durante diez y seis horas, en un día de verano, una pareja de aliolines, macho y hembra, trajeron sin interrupción dos mil bocadillos de comida a sus hijos. Sólo un poderoso instinto pudo darles vigor para realizar tan ardua tarea. Hoy día se admite por los que estudian este asunto, que dicha inclinación natural se distingue enteramente de todas las demás. En la especie humana, el amor de los hijos reviste un carácter mucho más elevado, es un sentimiento capaz de los más admirables sacrificios; pero a semejanza de las demás emociones humanas, puede adoptar otras formas, como ya iremos viendo. Llama la atención el hecho de que sólo en estos últimos años haya sido reconocida la existencia y la importancia de este sentimiento; y que no pocos pensadores de los tiempos pasados afirmasen que todos los sentimientos altruistas que experimentaban los seres humanos eran consecuencia exclusiva de su educación. La verdad es todo lo contrario, es decir, que existen en nuestra misma naturaleza y en ella por consiguiente tienen su raíz.