Cómo el bote nos salvó del terrible Maelstorm


Todo su afán era apretar bien los tornillos que sujetaban el bote al submarino; pero apenas hubo acabado de hablar, cuando con gran estrépito soltáronse los pernos y el bote se desprendió del buque en medio del remolino. Mi cabeza chocó contra la férrea armadura, y aquel golpe violento me hizo perder los sentidos. Mi desmayo duró muchas horas.

¿Cómo pudimos escapar con vida de aquel horrible golfo donde hasta las ballenas más potentes han sido juguete de sus traidoras olas, dejando allí la vida muchas de ellas? No lo sé. Sólo puedo decir que, cuando tuve conciencia de mis actos, me encontré en la cabaña de un pescador de las islas Lofoden. A mi lado estaban mis dos compañeros, y viéndonos los tres sanos y salvos, nos estrechamos las manos con efusión. Allí tuvimos que aguardar al vapor que hace dos viajes mensuales al cabo Norte, y mientras tanto me ocupé en revisar esta reseña de nuestra increíble expedición a través de un elemento considerado antes como inaccesible al hombre, pero que en su día, quizá no muy lejano, éste habrá de explorar y dominar en alas del progreso.

Podrán o no creerme, pero yo sé muy bien que he hecho un viaje de veinte mil leguas por debajo del mar.