Las felices resultas de mandar a su patria una piel de león


Ahora bien, ya se veía el fruto de haber mandado a su patria una piel de león. ¿No es admirable lo que puede hacer una piel a favor de uno? Pero el entusiasmo llegó al colmo cuando, siguiendo a la muchedumbre escalera abajo, cojeando a consecuencia de la larga corrida, llegó el camello. Aun esto pudo Tartarín felizmente convertirlo en timbre glorioso, pues tranquilizó a sus conciudadanos, y acariciando la joroba del animal, les dijo:

-Éste es mi noble camello. Me ha visto matar a todos mis leones.

Y de este modo, dando su brazo al digno comandante, se dirigió con paso reposado hacia la casa Baobab, entre los estrepitosos vítores de la muchedumbre. En el camino empezó a hacer una relación de sus grandes cacerías.

-Figuraos -decía- una noche en la inmensidad del Sahara...