De cómo el camello corrió detrás del tren y llegó a Tarascón


Al llegar la canoa junto al Zouave el camello se echó al agua y nadó hacia ella, y fue elevado a bordo. Tartarín pasó el viaje de vuelta en su camarote, esta vez no por causa del mal tiempo, sino porque no podía subir a cubierta sin verse molestado por el camello. Por fin, nuestro héroe tuvo la alegría de oir que el Zouave anclaba en Marsella y libre de todo equipaje que le detuviera, salió al punto disparado del buque y cruzó a toda prisa la ciudad hacia la estación del ferrocarril, esperando verse libre del cariñoso camello.

Tomó un billete de tercera clase y se ocultó rápidamente en un coche. Cuando partió el tren, se le figuró que estaba todo arreglado, pero no habían ido todavía muy lejos cuando todo el mundo estaba mirando por las ventanillas y riendo al ver que detrás del tren corría un camello, ¡que por cierto no se quedaba todavía rezagado!

¡Qué regreso más humillante! ¡Todas las armas de caza dejadas en tierra mora y ni un león con él, nada, sino un estúpido camello!

-¡Tarascón! ¡Tarascón! -gritan los empleados, mientras el tren va parando en la estación, y nuestro héroe se dispone a bajar. Había esperado escabullirse a su casa sin que nadie le viera; pero con sorpresa suya, es recibido a los gritos de: -¡Viva Tartarín! ¡Tres vivas al matador de leones!- La gente agitaba sus gorras en el aire; no era broma; estaban verdaderamente entusiasmados. Allí estaba el comandante Bravida, allí estaban los más distinguidos cazadores de gorra, todos los cuales se agolparon alrededor de su jefe y se lo llevaron en triunfo escaleras abajo.