Yago comienza a poner en práctica planes. Casio pierde la confianza en Otelo


El valiente marino partió enseguida, dejando su esposa confiada al cuidado del "honrado Yago", pues Otelo creía todavía que éste le era fiel; y Emilia, la esposa de Yago, fue llamada para acompañar a Desdémona. Casio marchó en el segundo buque, y Yago embarcóse con Desdémona en el que zarpó tercero.

Casio, que había perdido de vista al barco de Otelo en una tormenta, fue el primero en llegar, y Yago, que había hecho un viaje más rápido y feliz que el de su jefe, alcanzó la isla antes que el moro. El odio de Yago contra Casio, por haber sido éste preferido por Otelo, mostróse inmediatamente, y su astuto cerebro empezó a trabajar para perder al ayudante, a quien.

Desdémona trataba con mayor amistad que al malicioso Yago.

Cuando Otelo llegó, poco después que Desdémona, le fue grato saber que la escuadra turca había sido destrozada por la misma tormenta que había estado a punto de hundir su propio velero, pues ahora tendría más tiempo para dedicarlo a su esposa, "mi bella amazona", como la llamaba amorosamente. En la noche de su llegada, ordenó el moro a Casio que cuidase del orden en el castillo y procurase no hubiera disturbios entre los soldados. Mientras tanto, el mezquino Yago empezó a preparar su plan, obsequiando al malaventurado Casio con vino, hasta que consiguió embriagarlo y, en una reyerta, ya borracho, hirió a Montana, el gobernador de la isla, a quien Otelo debía sustituir. Llegado Otelo al lugar de la riña, oyó la relación que le hizo Yago, quien era la causa de todo, y pensando que Yago quería encubrir a Casio, disminuyendo la importancia del hecho, dijo, con tristeza: "Casio, yo te estimo, pero desde hoy no eres mi ayudante", y encomendó a Yago la custodia del castillo. Así tuvo éxito feliz la primera parte de su villano plan de traición. Pero aun había de ocurrir algo peor, mucho peor.