Orlando consigue una importante victoria al matar al orco


Al llegar al campamento cristiano, encontraron a Carlomagno, que, con todas las fuerzas de su imperio, se preparaba para atacar al ejército sarraceno. Se dieron varias batallas sangrientas, en las que los árabes salieron vencedores, rechazando a los ejércitos cristianos hacia París, y poniendo sitio a la ciudad. Espantada ante tamaño conflicto, Angélica volvió a huir de Francia. Una noche viola Orlando en sueños, y al despertar se avergonzó de haberla dejado partir lejos, como una oveja entre lobos. Entonces olvidó su deber de soldado, se levantó a medianoche, ciñóse oscura armadura, para no ser reconocido, empuñó su espada y montando a caballo, dejó el servicio del rey para buscar por el mundo a la hermosa Angélica. Cubrió su armadura con un traje moro, y usando el lenguaje árabe, buscóla en vano por el campo sarraceno. Después, llevado de la locura de su amor, recorrió las regiones occidentales de Europa, pero en ninguna parte halló el menor rastro de la hermosa princesa.

Durante estos viajes, le ocurrieron a Orlando las más estupendas aventuras, y llevó a cabo las más heroicas y nobles acciones. Su espada y brazo poderoso estaban siempre al servicio de las damas desamparadas. Entre otros hechos hizo morir en las costas de Germania a un rey malvado que había obligado a una princesa de Holanda a casarse con un príncipe, al cual odiaba. Más tarde se embarcó hacia una isla situada al oeste de Irlanda, donde reinaba la bárbara costumbre de atar todos los días una doncella desnuda a una roca de la costa, para que sirviera de alimento al Orco, espantoso monstruo marino, que exigía este tributo. Orlando consiguió la victoria que no habían podido obtener otros guerreros; lanzó el áncora del barco en la boca del monstruo, y arrastrándolo con el cable, lo llevó hacia la orilla, donde le dio muerte.