Cómo se sintió Gulliver al regresar a su tierra natal después de sus aventuras


“Tenía miedo de pisar a todos los transeúntes que encontraba -confiesa Gulliver- y llamábales la atención en alta voz, muy a menudo, para que se apartaran de mi camino, de modo que no sé cómo no me apalearon por mi insolencia. Cuando llegué a mi casa, abrió uno de los criados la puerta y yo me agaché para entrar, como hace el ganso debajo de una entrada baja, por temor de tropezar con la cabeza. Corrió mi mujer a abrazarme, y entonces me bajé hasta sus rodillas, en la creencia de que no llegaría, de otro modo, a alcanzarme en la boca. En suma, me portaba yo de una manera tan extraña, que acabaron todos por creer que había perdido el juicio. No tardamos mucho, sin embargo, en llegar a entendernos perfectamente yo, mi familia y mis amigos; mi mujer aseguraba que no volvería yo a emprender jamás otro viaje por mar, pero mi hado adverso lo ordenó de tal modo, que no tuvo bastante poder para impedírmelo.”

Gulliver, en sus últimos viajes, encaminóse a Saputa, isla flotante habitada por filósofos y astrónomos, y al país de los hínidos, en el cual los caballos eran los representantes de la civilización, y los hombres, llamados yahúes, eran seres degradados, pertenecientes a los tipos más bajos de la escala zoológica.