El diamante raya al diamante, o dos bribones y tres mil libras


Ni por un segundo dejó Clubín de apuntar con el revólver al otro pícaro, y por más que Rantaine protestaba de que era inocente de todo lo que le decía como pudiera serlo un niño, acabó, al fin, por hacer lo que se le mandaba. Seguro ya Clubín de tener en su poder los billetes dijo:

-Podéis marcharos; vuestro bote está ahí cerca.

El chasqueado bribón se deslizó por el peligroso acantilado. Ya en el bote, volvióse para decir que escribiría a Lethierry enterándole de que había pagado sus tres mil libras a Clubín. Éste no le escuchó y regresó tranquilamente a Saint-Malo. Había salido ganancioso en la primera partida de su magnífico juego.

Por la noche el capitán de la Durande comenzó los preparativos para zarpar a la mañana siguiente, a pesar de que los marineros creían que sería un día de niebla, y lo sabía él, como todos. Sin embargo, al salir del puerto la Durande, el cielo aparecía tan brillante, y tan tranquilo estaba el mar, que semejaban locura las profecías que anunciaban niebla.