Introducción a la famosa novela


En el año 1872 el señor Phileas Fogg, extravagante personaje, socio del Reform Club, habitaba la casa señalada con el número 7, de Savile Row, Londres. Quizás no fuera hijo de Londres, si bien se advertía que era inglés de pura cepa; pero a la vista saltaba que hacía mucho tiempo que no había dejado la diaria rutina de su vida en la gran ciudad. Vivía completamente solo y no recibía visitas. Para sus necesidades domésticas tenía un criado, y, como a éste le exigía siempre un grado de exactitud y regularidad, más propio de una máquina que de un ser humano, huelga decir que como directa consecuencia de su modo de ser, muy a menudo tenía que mudar de sirviente.

Aquel día era el 2 de octubre y mister Fogg acababa de despedir a su criado porque le había servido el agua para afeitarse, a la temperatura de 29 grados en vez de 30. Ahora aguardaba la llegada de su nuevo fámulo, que estaba fijada de once a once y media. En aquel momento el criado despedido entró en el cuarto del señor acompañando al que debía sucederle en el puesto. Llamábase Juan Picaporte y era francés, representábannos treinta años y poseía una vigorosa constitución.

-Usted me ha sido recomendado -dijo Phileas Fogg- y tengo buenos informes. ¿Conoce ya mis condiciones?

-Sí, señor.

-Bien. ;Qué hora tiene usted? -prosiguió Phileas Fogg.

-Las once y veintidós -respondió Picaporte, sacando del fondo de un bolsillo del chaleco un enorme reloj de plata.

-Va usted atrasado -dijo mister Fogg.

-Dispense usted, señor, pero casi es imposible.

-Va usted cuatro minutos atrasado -prosiguió mister Fogg- pero no importa, con tal de que lo recuerde usted. Y ahora, desde este mismo momento, las once y veintinueve de la mañana del miércoles 2 de octubre de 1872, queda usted, Juan Picaporte, a mi exclusivo servicio.

Y dicho esto, Phileas Fogg se levantó, cogió el sombrero con la mano izquierda, se lo llevó a la cabeza con un movimiento automático muy particular, y sin decir palabra, salió de la casa. Después de colocar 575 veces el pie derecho delante del izquierdo, y 576 veces éste delante de aquél, llegó al hermoso edificio del Reform Club. Entró en el comedor, donde se sentó en el sitio de costumbre, a la mesa de siempre, donde ya lo esperaba su almuerzo habitual. A las 12,47 se levantó y se fue al salón de lectura, donde un criado le entregó un ejemplar de The Times, que leyó hasta las 3.45, hora en que tomó The Standard, que estuvo leyendo hasta la hora de la comida. A las 5.40 ya volvía a estar en el salón de lectura enfrascado con el Morning Chronicle. Media hora más tarde se reunieron con él varios socios del club que eran sus más íntimos amigos y sus acostumbrados compañeros en la partida de naipes que solían jugar todas las noches.