Se presenta Caupolicán, joven y prestigioso cacique, y vence a sus rivales


Ya le daban y se daba por vencedor, puesto que a todos sus rivales superara con holgura, cuando se presentó un nuevo contendor: era el joven y prestigioso cacique,

“hábil, diestro, fortísimo y ligero”,

Caupolican, quien, como si se tratase de una liviana vara, cruzóse al hombro el rotundo tronco, y paseándose con él estuvo a lo largo de tres días con sus tres noches, hasta que, en el nuevo amanecer, y en demostración de que semejante esfuerzo no había agotado sus reservas físicas, dio un salto atlético arrojando lejos de sí el enorme y pesadísimo madero...

La multitud voceó enardecida saludándole como campeón del emocionante certamen. Y el trueno de su nombre, repetido por millares de bocas, estremecía los aires con retumbo de trueno: ¡Caupolicán...! ¡Caupolicán-..! ¡Caupolicán...!

De inmediato, fue solemnemente proclamado jefe supremo con poder absoluto sobre cuantas parcialidades cubrían, de un extremo a otro, el extenso territorio de Arauco.

Al término de las pomposas ceremonias y las entusiastas fiestas a que su designación dio lugar, hizo su primera victoriosa campaña marchando, con ochenta hombres escogidos, sobre el fuerte de Tucapel, que los españoles debieron desalojar para ir a guarecerse en el de Purén. Valdivia acudió desde Penco a fin de recobrar la posesión de Tucapel, a cuya vista cayó prisionero y fue muerto, víctima de la traición del cacique Lautaro, que hasta aquel momento formaba como paje en su séquito, y a quien Caupolicán, en reconocimiento de su patriótica ayuda, hizo su segundo.