Historia de los araucanos


No canto, dice el poeta-soldado, las lides amorosas, sino las proezas de unos pocos valientes españoles cuya hazaña consistió en imponerse a los bravos araucanos, hijos y, hasta entonces, dueños y señores de esa estrecha franja de tierra que el mar del Sur, u océano Pacífico, baña por occidente, mientras por oriente se recuesta en la cordillera de los Andes, “que el mismo rumbo mil leguas camina”.

Dieciséis caciques ejercían la autoridad en aquel pueblo de índole eminentemente belicosa.

Desde la más tierna edad ejercitábanse los varones en el arte y la disciplina de la guerra. Esa severa educación fortalecía el cuerpo y perfeccionaba el alma, haciéndolos capaces de resistir el dolor físico y de soportar las vicisitudes morales.

Los incas del Perú habían fracasado en sus repetidos intentos de apoderarse del suelo de Arauco, y también debieron desistir de ese propósito los primeros conquistadores españoles. Tal fue el caso del adelantado don Diego de Almagro, que

“animoso, valiente, franco y quisto, a Chile caminó, determinado de extender y ensanchar la fe de Cristo, pero en llegando al fin de este camino dar en breve la vuelta le convino”.