El explorador y el comandante engañan a los indios y liberan a la joven Alicia


Pasado el primer momento de sorpresa, preguntóle Heyward al explorador: “¿Qué significa este disfraz? ¿Por qué ha intentado usted una aventura tan arriesgada?”

“La captura de Uncas es la causa de mi presencia aquí, y su propia fogosidad es el motivo de haber caído entre las manos de los hurones. Afortunadamente, descubrí a un nigromante indio, propietario de esta piel, que se estaba preparando para divertir a la aldea con este disfraz, y apoderándome de él, me vine con su aderezo. Aquí estoy, pues, para hacer su papel, aunque no precisamente como él pensaba ejecutarlo. Pero démonos prisa, porque Alicia debe estar recluida en este mismo sitio, dijo Ojo de Gavilán. Pusiéronse a buscar, y tuvieron la suerte de encontrar en otra cueva, algo más adentro, al lindo objeto de su búsqueda, y en el mismo instante apareció Magua en una de las entradas; pero pronto fue atado y amordazado por los dos amigos. Envolviendo a la joven apresuradamente en una manta, Heyward la tomó en brazos, y seguido por el explorador, que de nuevo imitaba el andar del oso, se presentaron en la salida de la cueva exterior, allí donde se encontraban algunos parientes de la enferma.

“¿Ha ahuyentado mi hermano blanco al espíritu malo?, preguntó el indio anciano. ¿Qué es lo que lleva en brazos?”

“La joven está mejor, repuso Heyward en tono grave. Ya está libre del mal, y el perverso espíritu queda encerrado en las rocas. Conduzco a la enferma a alguna distancia de aquí, donde la fortaleceré contra ataques futuros. Antes de que vuelva a lucir el sol estará junto a su esposo completamente restablecida.”