Terrible venganza de Crimilda y su muerte a manos de Hildebrando


Persuadido por su mujer el rey de los hunos, despachó mensajeros a Gunther, invitándole a asistir a una fiesta que debía celebrarse con sus dos hermanos, Gernot y Guiselher, y los caballeros de su corte; y aunque Hagen desaprobó el plan e indicó al rey que ponían sus vidas en peligro, yendo a la corte de Crimilda, sus razones fueron vanas: el rey decidió el viaje y marchó acompañado de su escolta. Al llegar al Danubio, se vieron en la imposibilidad de pasar a la otra orilla; y Hagen discurriendo por la ribera con el fin de hallar un medio de vadear el río, vio a dos sirenas, quienes le profetizaron que ninguno de los que formaban parte de la orgullosa hueste de Borgoña volvería a pisar el suelo natal, excepto el capellán; enseñáronle asimismo el lugar donde se encontraba la barca, pero el barquero no quiso pasarlos a la otra orilla. Hagen le dio muerte, y apoderándose de la embarcación la llevó hacia donde los demás aguardaban, pasándolos a todos con ayuda de otros caballeros.

Al llegar al país de los hunos, se les tributaron grandes honores, y el rey Etzel, que no sospechaba el intento de su mujer, mostró vivo contento. Pero Crimilda halló medio, en breve tiempo, de decidir a algunos de sus caballeros hunos a que atacaran a los extranjeros, mientras estaban a la mesa del festín. A la agresión siguióse una horrible carnicería, porque los intrépidos borgoñones se defendieron con tal valor, que mataron a todos los enemigos que había en la sala, excepto al rey Etzel con su escolta personal, al cual permitieron salir. Luego, por espacio de cuatro días, resistieron los caballeros extranjeros un sangriento sitio en la sala del festín, matando a cuantos se dirigían contra ellos, hasta que, por último, casi todos los combatientes de uno y otro bando perecieron. El más valiente de entre ellos fue Hagen, a quien nadie pudo vencer. Por fin, sólo quedaban con vida el rey Gunther y Hagen, los cuales fueron hechos prisioneros, después de varios días de incesantes combates, por un caballero huno llamado Dietricht, el cual los condujo atados a presencia de la reina Crimilda. Dietricht acudió a la reina para que en consideración a él se les perdonara la vida, ya que habían dado pruebas de ser tan valientes caballeros; favor que le otorgó Crimilda. Mas, apenas los dejaron en su poder, bajó a la oscura mazmorra donde habían sido encerrados, y ordenó a su sirviente que cortase la cabeza de Gunther, y, tomando la espada de Sigfrido, la famosa Balmung, en sus propias manos, decapitó con ella a Hagen. Pero tan profunda aflicción causó al rey Etzel y a su anciano servidor Hildebrando el que un caballero tan osado como Hagen terminara miserablemente sus días a manos de una mujer, que arrojándose de repente Hildebrando sobre ella, le dio muerte en presencia de su esposo.

De esta suerte el tesoro de los nibelungos atrajo sólo desgracias sobre sus poseedores.