El extraño ruido que hizo conceebir esperanzas al pobre preso


Débil y sin fuerzas, creyó que su cerebro le engañaba, pero después de haber escuchado de nuevo con gran atención, convencióse de que aquel ruido procedía de alguien que escarbaba las piedras del muro del calabozo. Despertáronse en él desatinados pensamientos de libertad. Aun proseguía el ruido al presentarse el carcelero con e! almuerzo a la mañana siguiente, y temeroso de que éste lo oyese, volvióse Edmundo tan súbitamente locuaz que el hombre creyó que desvariaba y le trajo caldo y pan blanco. Abandonó inmediatamente su decisión de dejarse morir de hambre, y tomó con avidez el caldo que debía darle nuevas fuerzas a fin de servirse de ellas en caso de que pudiera necesitarlas para algo. Quitó una piedra del muro y dio con ella tres golpes en la dirección de donde venía el ruido.