De cómo llegaron a prosperar todos los enemigos de Edmundo Dantés


En tanto que Danglars se había enriquecido y nadaba actualmente en la abundancia, y mientras Fernando gozaba también de grandes honores encaramado a la elevada posición de Conde de Morcerf, el Señor Morrel, el leal y antiguo amigo de Edmundo, bien conocido por su intachable honradez, hallábase irremediablemente arruinado por la serie de desgracias acumuladas a causa de la pérdida de sus barcos.

Los malvados habían prosperado, y los hombres de bien, sufrían terriblemente.

La fortuna de Danglars era obra del fraude. Fernando, que a la sazón era un distinguido militar, había legrado su principal triunfo cuando, siendo oficial francés al servicio de los griegos, había vendido a los turcos, con la más negra de las traiciones, al patriota albanés Ali-Bajá, obteniendo por ello una recompensa del enemigo y la fortuna de su víctima, a la cual había despojado. La Condesa de Morcerf era Mercedes, la novia de Edmundo, a quien verdaderamente había llorado por muerto y por quien llevó luto hasta que hubo perdido toda esperanza de volverlo a ver.

-¿Y el señor de Villefort?-preguntó el abate;-¿Sabéis lo que ha sido de él y la parte que tuvo en la desgracia de Edmundo?

-No, señor; únicamente sé que poco después de la prisión de Edmundo se casó con la señorita de Saint-Méran y salió de Marsella. No hay duda de que también ha prosperado como los demás; hoy es tan rico como Danglars y se halla en una posición tan elevada como la de Fernando. Yo soy, solamente, el que ha continuado siendo pobre, desgraciado y olvidado de todos.