Doña Teresa ruega al capitán Veneno que vele por su hija


Poco ante de morir, la buena señora confía al Capitán Veneno su angustiosa situación y le ruega que vele por su pobre hija que ha de quedar huérfana y en la mayor indigencia, diciéndole:

-...Adoro a mi hija; voy a dejarla sola en el mundo...; no veo a nadie a mi lado en la hora de la muerte, ni tengo sobre la haz de la tierra persona alguna a quien encomendársela, como no sea a usted, que, en medio de todo, le demuestra cariño... En verdad, yo no sé de qué modo podrá usted favorecerla... ¡El dinero sólo es muy frío, muy repugnante, muy horrible...! ¡Pero más horrible es todavía que mi pobre Angustias se vea obligada a ganarse con sus manos el sustento, a ponerse a servir, a pedir limosna...! ¡Justifícase, por consiguiente, que, al sentir que me muero, le haya llamado a usted para despedirme, y que, con las manos cruzadas y llorando por la última vez en mi vida, le diga a usted, desde el borde del sepulcro: ¡Capitán, sea usted el tutor, sea usted el padre, sea usted un hermano de mi pobre huérfana...! ¡Ampárela! ¡Ayúdela! ¡Defienda su vida y su honra! ¡Que no se muera de hambre ni de tristeza! ¡Que no esté sola en el mundo...! ¡Figúrese usted que hoy le nace una hija!