Nunca consideres al ejército como un bello espectáculo


Algunos días después, fuimos a ver la revista militar que se verificaba ante un oficial superior, en medio de dos hileras interminables de gente. Mientras los soldados avanzaban al son de las trompetas y la banda militar, mi padre me enseñó diversos regimientos, explicándome las glorias de su bandera. Pasaron primero los alumnos de la Escuela Militar, avanzando con paso marcial; parecían al mismo tiempo soldados y estudiantes. Después vino la infantería; luego los zapadores y gastadores y, por último, con sus tiesas y largas plumas pasaron los cazadores alpinos, que son los defensores de las puertas de Italia. Siguieron todavía los bersaglieri, atezados, vivos y ágiles, con sus sombreros de flotantes plumas de gallo; después la artillería pesada o de campo pasó trotando con sordo y atronador ruido; y la ligera o de montaña, con sus bizarros soldados y vigorosas muías. Finalmente, pasó a galope tendido el glorioso regimiento de caballería genovesa, deslumbrante de plata y oro; su desfile despertó mi juvenil entusiasmo.

"¡Qué hermoso!", exclamé yo. Pero mi padre corrigió mis palabras, diciendo: "No consideres al ejército como un bello espectáculo. Todos estos jóvenes, llenos de vigor y fuerza, pueden ser llamados un día a defender la patria, y en pocas horas quedar destrozados por el fuego mortífero de los fusiles o cañones. Siempre que oigas el grito de: "¡Viva el ejército! ¡Viva Italia!" trae a tu mente el reverso de la medalla: los regimientos movilizados, heridos sus hombres, sus uniformes hechos girones, los campos manchados de sangre y cubiertos de cadáveres: entonces tus vivas al ejército brotarán del fondo de tu corazón, y la imagen de Italia aparecerá a tus ojos más grande y sublime".