Mi padre me relata, en una carta, la heroica vida de Garibaldi


Conservo todavía una carta que me escribió mi padre en aquellos días.

"Hoy es un día de luto nacional. Ayer murió Garibaldi. ¿Sabes quién era, Enrique? Fue el libertador de diez millones de almas de la tiranía de los Borbones. Ha muerto a la edad de setenta y cinco años. Era hijo de un capitán de marina, y había nacido en Niza. A los ocho años salvó la vida a una mujer; a los trece llevando hasta la orilla una barca, que estaba a punto de naufragar, salvó la vida de sus compañeros. A los veintisiete libró de la muerte, en Marsella, a un muchacho que se estaba ahogando. A los cuarenta, en el océano, salvó un buque del incendio. Luchó en América por espacio de diez años en favor de la libertad de un pueblo extranjero; y combatió durante tres años a los austríacos para libertar la Lombardía y el Trentino. Defendió a Roma contra los franceses, en 1849; dio libertad a Palermo y Nápoles, en 1860; volvió a combatir en favor de Roma, en 1867, y luchó contra los alemanes, en 1870, en defensa de Francia. Poseía el fuego del heroísmo y el genio de la guerra. Tomó parte en cuarenta batallas, y salió victorioso en treinta y siete.

"Cuando no pudo combatir, trabajó para vivir, y se alejó a una isla solitaria para cultivar la tierra. Fue sucesivamente maestro de escuela, marino, obrero, tendero, soldado y general. Era grande, sencillo y bueno. Odiaba a los opresores y amaba a todos los pueblos; protegió siempre a los débiles. Su ambición era practicar el bien; rehusó los honores; despreció la muerte y adoró a Italia. A su grito de guerra, acudían los valientes de todos los países. Los nobles dejaban sus palacios; los obreros su oficio, y la juventud las escuelas, para luchar a las órdenes de su mando glorioso.

"Durante la guerra usaba una camisa roja como uniforme. Era un hombre alto y fornido, de hermosas facciones. En el campo de batalla era el verdadero rayo de la guerra; en sus afectos era un niño, y en sus padecimientos, modelo de paciencia. Los italianos morían por su patria, y morían con orgullo al verle victorioso. Muchos habrían querido dar su vida por él; millones de hombres lo bendicen y bendecirán mientras les dure la vida. ¡Garibaldi ha muerto!

"El mundo le llora. Hoy tú no entiendes por qué. Pero leerás sus hazañas, oirás hablar continuamente de él durante tu vida; y poco a poco irá creciendo su imagen ante ti; cuando seas hombre verás en él a un gigante. Y cuando tú ya no estés en este mundo, ni tus hijos, ni los hijos de ellos, las generaciones futuras verán aún, dominándolas, la luminosa cabeza del libertador de un pueblo, coronada con los nombres de sus victorias como con nimbo de brillantes estrellas; y el alma italiana se estremecerá al pronunciar su nombre. <s.Tu padre."