Colmillo Blanco prosigue su educación y aprende a ladrar


Con estas muertes por partida triple terminaron las molestias de esos y de los demás perros. La noticia del suceso corrió por todo el valle, y los hombres se ocuparon de que sus animales no se metiesen con el que llamaban Lobo de Riña.

Transcurrían los meses. Como abundaba la comida y no había trabajo en las tierras del Sur, Colmillo Blanco se puso gordo, de hermoso aspecto y aire feliz. No sólo se encontraba geográficamente en esas regiones, sino que también participaba de la vida que allí se llevaba. La bondad humana le hacía el mismo efecto que si fuera un radiante sol que lo iluminara, y él se abría a su influjo como una flor plantada en buena tierra.

Entonces fue cuando Colmillo Blanco aprendió a ladrar; pero este medio de comunicación lo empleó solamente en las dos siguientes ocasiones. Un caballo no quería obedecer las órdenes de su amo y brincaba enfurecido, alzándose de manos; el lobo, que contemplaba la escena con creciente interés, lo encaró ladrándole desaforado y con aire amenazador, con lo que consiguió que se calmara un tanto, y permitió a Scott dominarlo. Una carrera a través de unos pastizales; una liebre saltando de pronto bajo las patas del caballo de Scott; una violenta espantada, un tropezón y la caída del jinete, que se rompió una pierna, fueron las causas de su excepcional secundo ladrido que soltó ante los familiares de su amo, a quienes fue a buscar a la casa para llevarlos ante el accidentado, que no podía valerse. Después de este episodio se ganó un lugar más amplio en los corazones de aquella gente, a quienes terminó por conquistar, así como él fue conquistado por Collie, la perra ovejera del padre de su amo, con la realización de un acto heroico en que salvó la vida del juez Scott.