JUANA LAS DOCE


(Leyenda de la selva paraguaya)

¡Cuidado...! ¡Cuidado con Juana Las Doce...!

Dicen para asustar a los niños para que no salgan a la hora de la siesta. Y los niños, al sólo oír el nombre de Juana Las Doce, corren a refugiarse al lado de los mayores, se esconden o se quedan inmóviles a la sombra del árbol más cercano al hogar.

Silenciosa, veloz, Juana Las Doce atraviesa la montaña, los ríos, la selva. A veces se detiene; rápidamente cambia de formas más raras, más caprichosas y de pronto huye, huye y desaparece.

Nadie ha escuchado su voz. No se le conoce un solo amigo.

Es más terrible que Yasí-Yateré, que igual que ella, a la hora de la siesta, sale a andar por la selva en busca de niños.

Los dos se disputan los niños en la siesta.

Yasí-Yateré es amigo de los pájaros y sabe imitar todos los cantos. Juega con las mariposas, con el agua y el viento. Es un niño rubio, hermoso, alegre y distraído. Tiene los ojos grandes y claros, los cabellos largos y rizados y las mejillas del color de la flor del lapacho. Siempre lleva un pequeño bastón de oro. Con él consigue hacerse invisible. Si alguien se lo llega a quitar, Yasí-Yateré perdería su fuerza y su belleza.

En un instante se convertiría en un pobre niño triste.

Hasta ahora nadie ha conseguido arrancarle el pequeño bastón de oro.

Después de mediodía, escondiéndose, se acerca a los ranchos. Espía. Llama a los niños que están despiertos y los invita a jugar.

Yasí-Yateré conoce los juegos más divertidos. Los niños lo siguen al sentir la caricia de su voz y de sus manos. Juntos corren por las picadas, se bañan en los arroyos, prueban las frutas más dulces, la miel más sabrosa, y cuando llega la noche, Yasí-Yateré abandona a sus amigos. Huye. Y el niño queda solo, enredado en las lianas espesas, perdido en la selva.

Pero Juana Las Doce no juega como Yasí-Yateré, ni ríe, ni canta, ni dejará al niño que la acompañe cuando llega la noche. No. Juana Las Doce se lo lleva y nadie sabe adonde.

-¿De dónde viene Juana Las Doce? ¿Quién es Juana Las Doce?

La trae el viento y se la lleva el viento. Es la sombra de las nubes que dibuja en el suelo las formas más caprichosas y que avanza, y a medida que avanza va cambiando de forma: un dragón, un caballo con alas, una mano enorme que se abre y se cierra, un árbol fantástico...

-¡Cuidado...! ¡Ahí viene Juana Las Doce...!

Y los niños, temerosos, corren a su hogar, se duermen, mientras la sombra de las nubes pasa en la siesta callada, luminosa, sobre el campo, sobre la montaña, sobre el agua, sobre la selva.

-¡Juana Las Doce...! ¡Juana Las Doce...!

JAVIER VILLAFAÑE


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