EL RELÁMPAGO Y EL TRUENO


Acerca de estos dos fenómenos meteorológicos tienen los guaraníes una hermosísima leyenda que. a la par que les sirve para explicar la presencia casi conjunta de ambos, es un bello poema que glorifica el amor conyugal.

Araverá ensaya sus armas ejercitándose para la guerra; Osununú, su bella esposa, está a su lado, impulsándolo con su presencia a realizar nuevas hazañas.

La varonil belleza del joven guaraní, su agilidad, su fuerza, su coraje, hacen de él el cacique más temido por las tribus comarcanas y el más querido por los suyos, que ven en él al guerrero fuerte, celoso guardián de la seguridad colectiva. Osununú. joven y hermosa, une a su belleza física una gran fuerza moral y un acendrado cariño por su esposo, cariño al que éste corresponde con creces. Andan siempre juntos: nadie ha visto nunca a uno de ellos como no fuera en compañía o seguimiento del otro; ¡de ellos sí puede decirse que son compañeros inseparables!

De pronto, una extraña peste se esparce por la región llevándose sin distinción a jóvenes y viejos; a hombres, mujeres y niños. De nada valen los conjuros de los más famosos curanderos y hechiceros, el mal sigue su curso, diezmando a la población. Y un día, día aciago para Ara-verá, cayó Osununú víctima del terrible y desconocido flagelo.

Gran desesperación se apodera entonces del cacique. Llora y clama implorando por la esposa amada; pero todo es inútil: sus lamentos no logran devolverle la vida.

Cumplida la fúnebre ceremonia del entierro, Ara-verá se da en vagar por la floresta llamando a gritos a su compañera adorada: ¡Osununú! ¡Osunu-núuu! ¡Osununúuuuu...!

Nada calma su desasosiego; el recuerdo del ser querido llena de angustia su corazón y sólo halla consuelo en correr por la selva llamándola a gritos: ¡Osununú! ¡Osununúuu! ¡Osununúuuuu...!

Compadecido Tupa, el buen dios de los guaraníes, lo transformó en relámpago y le concedió la gracia de estar acompañado siempre por su fiel compañera Osununú, convertida a su vez en trueno.


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